Aquellos que vinieron de la Luna

La calma en la Capital Tower fue rota abruptamente con la llegada de una delegación procedente de la Luna. Este suceso no solo marcó un punto de inflexión en la frágil estabilidad de la región, sino que desató una serie de acontecimientos que alteraron el equilibrio de poder tanto en la superficie como en las órbitas superiores.


Sin previo aviso, una imponente nave, reluciente y desconocida para la mayoría, emergió de la atmósfera superior y tomó rumbo directo hacia la torre. El ambiente, ya de por sí tenso por los recientes enfrentamientos entre la Guardia Capitalina y los Piratas del Espacio, se cargó de incertidumbre. Nadie sabía con certeza cuáles eran las intenciones de estos nuevos visitantes, pero su sola presencia implicaba una verdad innegable: la Luna no estaba deshabitada ni al margen de los asuntos terrenales.

Los representantes lunares, vestidos con uniformes que reflejaban una cultura tecnológica y militar distinta, fueron recibidos con cautela. Traían consigo un mensaje claro y directo: no venían a solicitar ayuda ni a establecer tratados de paz, sino a exigir respuestas y garantizar la seguridad de sus propios intereses.

Una alianza inesperada


Con los Piratas del Espacio aún operando como una amenaza latente, los líderes de la Capital Guard se vieron obligados a considerar una solución poco ortodoxa. Bajo la presión de un enemigo común —más peligroso y menos comprensible que nunca— se formalizó una alianza incómoda entre la Guardia y el hasta entonces antagonista Capitán Mask.

Mask, conocido por su férreo idealismo y su cuestionable lealtad a la autoridad capitalina, encontró en esta situación una oportunidad para redefinir su papel en el conflicto. Su conocimiento del enemigo y su capacidad estratégica se volvieron activos valiosos para la defensa de la torre. Aunque la desconfianza mutua se mantenía palpable, los acontecimientos exigían cooperación.

El despertar de Raraiya


Mientras la tensión aumentaba en los altos mandos, un suceso inesperado ocurrió entre las paredes del complejo capitalino. Raraiya, una joven enigmática cuya mente parecía fragmentada por traumas o influencias externas, mostró signos de recuperación repentina. Lo que la desencadenó fue la visión de una vieja casa incrustada en uno de los sectores interiores de la torre.

Este reconocimiento emocional, aparentemente trivial, fue interpretado por los científicos y observadores como una pista vital. Aquella estructura podía estar relacionada con su pasado o incluso con la civilización lunar, sugiriendo que su presencia en la Tierra y su estado mental podrían ser consecuencia directa de tecnologías o doctrinas extraterrestres.

La mejoría de Raraiya coincidió con la intensificación del diálogo entre las fuerzas terrestres y lunares. Su lucidez momentánea ofreció fragmentos de información que ayudaron a validar una teoría inquietante: la colonia lunar no solo observaba los conflictos de la Tierra, sino que también estaba involucrada activamente en su manipulación.

El llamado del lado oculto


Con el testimonio de Raraiya, las autoridades comprendieron que la verdadera amenaza no se encontraba en los combates recientes ni en las escaramuzas con los piratas, sino en algo más profundo: el origen mismo de la colonia lunar.

A raíz de esto, se organizó una expedición conjunta para dirigirse hacia el lado oculto de la Luna —una región permanentemente alejada del campo visual terrestre y, por tanto, ideal para el desarrollo de actividades clandestinas. Las pocas imágenes obtenidas por satélites no tripulados revelaban estructuras artificiales y movimientos sospechosos.

La flota se preparó con rapidez. Participaron naves tanto de la Guardia Capitalina como del escuadrón de Mask, además de una pequeña delegación lunar que, a pesar de sus intenciones reservadas, parecía compartir la preocupación general sobre lo que podría encontrarse en ese rincón inexplorado.

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Más allá de lo conocido


La travesía no estuvo exenta de obstáculos. Campos de minas ocultas, interferencias electromagnéticas y sistemas automatizados de defensa pusieron a prueba la pericia de los pilotos y la cohesión del grupo. No obstante, lograron atravesar el perímetro de seguridad y descendieron en un área conocida como “La Franja Silente”.

Allí descubrieron una vasta instalación subterránea que parecía haber sido abandonada... o más bien, preparada para ser desactivada en caso de intrusión. Documentos digitales rescatados indicaban que el complejo servía como centro de observación y manipulación psíquica, capaz de influir en el comportamiento humano desde largas distancias. Una tecnología que podría explicar los cambios emocionales en Raraiya y otros individuos cercanos al conflicto.

Más aterrador aún fue el hallazgo de una cámara criogénica sellada que contenía lo que parecía ser un ser humanoide de origen no terrestre. La presencia de este ente, mantenido en estado de suspensión vital, sugería una agenda mucho más amplia que la simple vigilancia o defensa.

La fractura de la verdad


Este descubrimiento dividió aún más a los aliados temporales. Mientras algunos proponían destruir la instalación para evitar su uso futuro, otros querían estudiar y preservar los hallazgos, viéndolos como una clave hacia el entendimiento de una tecnología superior.

Las tensiones internas comenzaron a aflorar, y los viejos resentimientos resurgieron con fuerza renovada. La expedición, que había partido con un objetivo común, regresó cargada de secretos, sospechas y decisiones que podrían redefinir el curso del conflicto entre la Tierra, la órbita y la Luna.

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De regreso en la Capital Tower, el ambiente era sombrío. Aunque se habían ganado respuestas, las preguntas superaban en número e importancia a las certezas. La presencia lunar ya no podía ignorarse. Su cultura, su tecnología y sus intenciones debían ser comprendidas en profundidad, antes de que la próxima confrontación se convirtiera en el fin definitivo del equilibrio humano.

Raraiya, ahora más estable pero aún enigmática, fue colocada bajo supervisión médica avanzada. Su memoria, conectada a los sistemas lunares, parecía ser la llave para desentrañar lo que estaba por venir. Mientras tanto, los líderes de cada facción comenzaron a preparar sus fuerzas, conscientes de que la tregua apenas había sido un parpadeo en la historia de una guerra silenciosa que se gestaba desde el cielo.


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