Durante las primeras fases de la Guerra de la Alianza contra ZAFT (C.E. 70–C.E. 73), el conflicto experimentó una rápida escalada en los frentes orbitales. Uno de los episodios más significativos de este periodo fue el denominado "Incidente de Artemis", ocurrido el 17 de marzo del año C.E. 71. Este evento representó no sólo una humillación estratégica para la Alianza Terrestre, sino también un punto de inflexión táctico en la guerra, al demostrar la eficacia de las operaciones de infiltración llevadas a cabo por los Coordinadores de ZAFT y la fragilidad de las defensas consideradas "impenetrables".
La estación espacial Artemis, propiedad del Bloque Atlántico de la Alianza, servía como bastión defensivo y punto de reabastecimiento para unidades en órbita media. Fortificada con el llamado Escudo de Luz —una barrera electromagnética capaz de repeler ataques convencionales—, Artemis era percibida como inexpugnable por el alto mando de la Alianza.
En ese momento, el buque experimental Archangel, junto con el prototipo Strike Gundam, se encontraba retenido en Artemis tras su rescate forzoso luego de los enfrentamientos en Heliopolis. Las intenciones del mando de Artemis eran claras: asegurar la nave y sus tecnologías asociadas para utilizarlas como herramienta propagandística, incluso a costa de comprometer su misión original.
La operación de ZAFT
La inteligencia de ZAFT, alertada del paradero del Archangel y del Strike, organizó una operación conjunta de infiltración y ataque. Esta fue una de las primeras misiones documentadas donde se aplicó de forma efectiva el uso del sistema de camuflaje Mirage Colloid, empleado por el piloto Nicol Amalfi a bordo del GAT-X207 Blitz, una unidad de combate originalmente desarrollada por la Alianza y capturada por ZAFT semanas antes.
Amalfi, miembro de la élite táctica de ZAFT, fue asignado a una tarea de sabotaje silencioso. Su perfil lo hacía ideal: coordinador de carácter reservado, con formación técnica y un enfoque meticuloso en operaciones de precisión. El Blitz logró penetrar el escudo de Artemis sin ser detectado, infiltrándose directamente en las estructuras internas del satélite gracias a su invisibilidad óptica.
Su objetivo era claro: neutralizar el núcleo del Escudo de Luz, deshabilitando así la defensa más poderosa de la estación. A través de una serie de explosiones dirigidas y hackeos del sistema de control, logró paralizar el mecanismo principal, dejando expuesto el satélite a un ataque externo.
Simultáneamente, un destacamento de tres unidades móviles ZAFT —pilotadas por Athrun Zala, Yzak Joule y Dearka Elsman— inició el asalto desde el exterior, enfrentándose a las defensas secundarias del satélite y generando una cobertura efectiva para el Archangel.
El Archangel escapa
Ante la repentina vulnerabilidad de Artemis y la conmoción generalizada, el capitán interino Murrue Ramius y su equipo aprovecharon la oportunidad para recuperar el control de la nave. Las condiciones internas de la tripulación eran, hasta ese momento, precarias: contaban con oficiales caídos en combate, civiles a bordo y una cadena de mando improvisada.
No obstante, fue clave la participación del joven Coordinador Kira Yamato, piloto no militar que, pese a su escasa experiencia formal, había demostrado una capacidad sobresaliente para operar el Strike Gundam. Kira desplegó la unidad en defensa del Archangel, conteniendo a las fuerzas de ZAFT lo suficiente como para permitir que la nave se desacoplara de las instalaciones del satélite.
El Archangel, forzando su sistema de propulsión, se liberó del hangar de Artemis y emprendió una retirada de emergencia en dirección desconocida. El satélite, por su parte, comenzó a colapsar estructuralmente ante las fallas en su sistema defensivo y el caos interno desatado por la infiltración.
Consecuencias del incidente
Las repercusiones del incidente fueron profundas y multifacéticas.
En el plano militar, la caída de Artemis significó una crisis de confianza dentro de las fuerzas de la Alianza. El Escudo de Luz, símbolo de su superioridad tecnológica orbital, había sido neutralizado sin enfrentamiento frontal, lo que obligó a una revisión completa de las estrategias defensivas y una investigación sobre la viabilidad de sus tecnologías estáticas frente a enemigos con capacidad de infiltración.
Desde la perspectiva estratégica, el Archangel había eludido nuevamente la captura. Su huida prolongó la retención de un activo vital para ambas facciones: no sólo el Strike Gundam, sino también la experiencia adquirida por su tripulación y su continua recolección de datos de combate. ZAFT, por su parte, no logró recuperar la unidad, pero demostró con éxito su capacidad para intervenir incluso en instalaciones fuertemente protegidas.
El incidente también tuvo un impacto político considerable. El mando de la Alianza Terrestre enfrentó críticas tanto internas como externas por su manejo del satélite, en particular por su decisión de priorizar objetivos propagandísticos sobre operativos. Diversas fuentes dentro del Consejo Atlántico indicaron tensiones entre las ramas de inteligencia, ingeniería militar y operaciones de campo.
Por otro lado, en PLANT, el éxito táctico fue utilizado para consolidar la percepción pública de superioridad Coordinadora, al tiempo que se negó oficialmente toda implicación directa en el ataque, como era práctica habitual.
Nicol Amalfi: el arquitecto silencioso
Aunque el papel de figuras como Athrun Zala o Kira Yamato ha sido ampliamente discutido en análisis posteriores del conflicto, el nombre de Nicol Amalfi ha quedado registrado en los anales militares por su decisiva —aunque menos visible— intervención.
Nacido en Martius, PLANT, Amalfi representaba un nuevo perfil de combatiente: no un soldado impulsivo ni un estratega político, sino un técnico de precisión, un operador que combinaba disciplina táctica con dominio tecnológico. Su operación en Artemis fue un modelo de eficiencia: sin causar víctimas civiles ni pérdidas innecesarias, logró desactivar uno de los sistemas defensivos más avanzados del teatro espacial.
El Blitz, al servicio de Amalfi, fue retirado sin sufrir daños, y su piloto recibió condecoraciones internas por la operación, aunque su identidad se mantuvo en secreto durante meses por razones de seguridad.
El incidente de Artemis marcó el inicio de una serie de eventos que cambiarían el curso del conflicto. Tras su escape, el Archangel continuaría una ruta errática por territorios neutros y hostiles, evitando la captura de ambas facciones mientras desempeñaba un papel clave en varios enfrentamientos posteriores.
La estación Artemis, aunque reconstruida parcialmente meses después, nunca recuperó su estatus anterior como bastión de la Alianza. Su caída sirvió como ejemplo clásico de cómo la confianza en la tecnología puede ser fatal si no se acompaña de adaptabilidad estratégica y vigilancia constante.
A ojos de los historiadores militares del siglo C.E., el asalto al satélite Artemis es considerado uno de los primeros choques modernos entre la guerra tradicional y la guerra asimétrica orbital. También fue un anticipo de los dilemas éticos y tácticos que seguirían, en un conflicto donde la línea entre civiles y combatientes, humanos y Coordinadores, tecnología y voluntad individual, se tornaría cada vez más difusa.